Foto: biobiochile.cl |
Con once años el planeta es un lugar gelatinoso.
No tienes suficientes recuerdos como para que la vida te pese y el futuro es algo tan inmenso como la idea que tiene de una manzana una hormiga.
Con once años Harry Potter descubrió que era un mago.
Y nosotras, nosotros, con él.
Cogimos ese tren hacia un lugar requerido: Un lugar en el que sentirnos especiales.
Porque todas y todos necesitamos un lugar que exista lejos de aquí, de objetos que caen al suelo y se rompen, de la seguridad de que después del día vendrá la noche, de las fronteras y los pagos trimestrales, de la certeza de que un río no puede desembocar en su origen, de que el polvo volverá.
Harry nos dio un mundo.
Y con once años un mundo lo es todo.
Para todas y todos aquellos que un día nos negamos con furia a la seca realidad.
Que hicimos de lo extraño y oscuro y loco, un fuerte.
Desde el que poder combatir la normalidad.
Harry nos dio hechizos mientras dormíamos.
Y que aún hoy repetimos en silencio cuando las cosas no salen de la manera que deseamos.
Nos hicimos mayores. Todas y todos, lo hicimos
Nos ha costado tanto, Harry.
Fuera del mundo mágico la gente se sigue convirtiendo en humo negro y tienes que coserte las ganas de abrazarles al estómago y tapártelo con un abrigo para que nadie lo note.
Fuera la gente ya no cree en nada y se pelean por todo.
Fuera no nos dejan volar porque tenemos un grillete y una bola hecha de dinero.
Fuera somos fantasmas que ya no recuerdan que alguien un día les recordó que eran brujas y magos.
Fuera siempre parece que te has dejado algo encendido o que no has acabado algo o que algo no funciona.
Pero a veces, Harry, fuera te encuentras con personas que estuvieron contigo ahí.
Que te miran a los ojos y dentro de los ojos está Honeydukes.
Como un destello.
Que cuando van de visita al mundo mágico se llenan los bolsillos y luego reparten lo que han traído en forma de regalo.
Somos la resistencia, Harry.
Porque todas y todos necesitamos creer que la infancia no fue un sueño.
Que nos devuelvan el asombro.
Al pensar.
Que todo es posible.
No tienes suficientes recuerdos como para que la vida te pese y el futuro es algo tan inmenso como la idea que tiene de una manzana una hormiga.
Con once años Harry Potter descubrió que era un mago.
Y nosotras, nosotros, con él.
Cogimos ese tren hacia un lugar requerido: Un lugar en el que sentirnos especiales.
Porque todas y todos necesitamos un lugar que exista lejos de aquí, de objetos que caen al suelo y se rompen, de la seguridad de que después del día vendrá la noche, de las fronteras y los pagos trimestrales, de la certeza de que un río no puede desembocar en su origen, de que el polvo volverá.
Harry nos dio un mundo.
Y con once años un mundo lo es todo.
Para todas y todos aquellos que un día nos negamos con furia a la seca realidad.
Que hicimos de lo extraño y oscuro y loco, un fuerte.
Desde el que poder combatir la normalidad.
Harry nos dio hechizos mientras dormíamos.
Y que aún hoy repetimos en silencio cuando las cosas no salen de la manera que deseamos.
Nos hicimos mayores. Todas y todos, lo hicimos
Nos ha costado tanto, Harry.
Fuera del mundo mágico la gente se sigue convirtiendo en humo negro y tienes que coserte las ganas de abrazarles al estómago y tapártelo con un abrigo para que nadie lo note.
Fuera la gente ya no cree en nada y se pelean por todo.
Fuera no nos dejan volar porque tenemos un grillete y una bola hecha de dinero.
Fuera somos fantasmas que ya no recuerdan que alguien un día les recordó que eran brujas y magos.
Fuera siempre parece que te has dejado algo encendido o que no has acabado algo o que algo no funciona.
Pero a veces, Harry, fuera te encuentras con personas que estuvieron contigo ahí.
Que te miran a los ojos y dentro de los ojos está Honeydukes.
Como un destello.
Que cuando van de visita al mundo mágico se llenan los bolsillos y luego reparten lo que han traído en forma de regalo.
Somos la resistencia, Harry.
Porque todas y todos necesitamos creer que la infancia no fue un sueño.
Que nos devuelvan el asombro.
Al pensar.
Que todo es posible.
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