“Nunca me había detenido a pensar en cómo iba a morir… Seguramente, morir en lugar de otra persona, alguien a quien se ama, era una buena forma de acabar… Cuando la vida te ofrece un sueño que supera con creces cualquiera de tus expectativas, no es razonable lamentarse de su conclusión”
Estas frases están entre las que dan comienzo a la primera novela de una famosa saga ¿Te suena? Sí. Crepúsculo, millonariamente vendida, traducida, leída y millonariamente visionada en la no menos famosa saga de películas.
La chica que quiere morir se considera a sí misma “torpe”, sumisa e introvertida, y un joven vampiro, maravillosamente lleno de buenas cualidades, “pasa a ser el centro absoluto y definitivo de su vida”. Cuando él le avisa de que puede ser peligroso para ella y hacerle mucho daño, porque no puede garantizar el control de sus impulsos posiblemente asesinos, ella dice que le ama, y que nada importa. ¿Esto es normal?
(...) ¿Qué tiene que ver el amor con dejarse morir o dejarse matar? ¿Es que el amor no era para vivir? ¿Qué tiene que ver el amor con abandonar toda forma de tu vida y dejarte invadir completamente cuando te enamoras? ¿Qué clase de amor te expulsaría de tu propia vida?
Es mentira, eso no es amor, es pura basura. Para amar de verdad, te tienes que querer a ti misma. Te tienes que sentir igual de valiosa que la otra persona, por mucho que te guste, por mucho que la admires. Y entonces tú eres el centro de tu propia vida, no la otra persona. Si amas de verdad, te sientes llena de vida, no te dan ganas de morir por nada ni por nadie. Tienes proyectos, deseos propios, aficiones, ganas de hacer cosas, impulsos positivos. Y la otra persona, que también los tiene, debe respetarte, no ponerte en ninguna clase de peligro.
Si me quedo aislada del mundo, colgada de alguien, encontrándome torpe, aislada, creyéndome que toda mi vida es el otro, estoy enferma, tengo serios problemas para comprender la realidad. Y entro en un peligro muy serio.
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